Esta vez el brillo de los premios Oscar cambió de dirección. La entrega de reconocimientos más popular a lo mejor del cine no alumbró a una gran película, tampoco deslumbró por un error de logística, mucho menos puso en el reflector a alguna estrella emergente. Esta vez, el brillo de la estatuilla puso a la violencia en primer plano. Will Smith le dio figura a un problema milenario: la humana dificultad de sostener el conflicto de forma funcional.
El enojo es una emoción necesaria, su labor es ayudarnos a descubrir que se está transgrediendo un límite; sin embargo, estamos acostumbrados a confundir límites con violencia. Si a Will Smith no le pareció que Chris Rock hiciera un comentario sobre la alopecia de su esposa, tiene todo el derecho de poner un límite. Un límite no tiene nada qué ver con pedirle algo a la otra persona, sino con el auto cuidado. Si no me gusta lo que está pasando, si la situación está por encima de mis valores y por lo tanto no hay posibilidad de negociar, porque me cuido, me retiro. Eso es un límite.
Lo que el actor afroamericano hizo, al levantarse de su lugar para abofetear a otra persona con la justificación de haber declarado algo fuera de lugar, no fue poner un límite, sino escalar la violencia de la situación.
La situación protagonizada por Chris Rock y Will Smith es un buen ejemplo para recordar que los seres humanos estamos llenos de contradicciones. La libertad de expresión confundida con la facultad de hablar por hablar, haciendo chistes para juzgar a los demás (lo que hizo Chris Rock). Eso es violencia. La búsqueda de justicia y el fin de los abusos transformada en la facultad de ir a golpear a alguien más (lo que hizo Will Smith). Eso es violencia. El anhelo de vivir en un mundo de paz entendido como no meterse en la vida de los demás, lo que resulta en una gran indiferencia (lo que hizo el resto de espectadores en el Dolby Theatre). Eso es violencia.
La violencia no se justifica
Los juicios, el abuso y la indiferencia son manifestaciones de violencia. Como humanidad tenemos una carencia de recursos para manifestarnos frente al abuso, la diferencia, la frustración o la impotencia. La evidencia es clara: si lo vemos de lejos ahí se encuentran las guerras, alguna bronca entre personas en un estadio o cualquier manifestación donde la situación se sale de control y alguien, quien sea, sufre algún daño. Si lo vemos de cerca, ahí están los gritos de un auto a otro a mitad del tráfico, una discusión subida de tono en alguna junta laboral o el intercambio de frases, llenas de juicios de valor, entre dos personas que dicen estar platicando.
La violencia implica invalidar al otro.
Hemos crecido creyendo que el conflicto es malo porque solemos violentarlo. Frente al conflicto solemos ver dos respuestas: el ataque (herir para evitar ser heridos) y la huida (el alejamiento de la relación). Ambas respuestas: lastimarnos o alejarnos provocan la amenaza de hacer de un conflicto una situación violenta.
El conflicto es sano siempre y cuando se sostenga. Y cuando se sostiene se transforma simplemente en alumbrar las diferencias. Cuando se alumbran las diferencias sin afán de querer imponer, se abre la puerta al desarrollo.
¿Huyes o atacas?
Revisa tu forma de abordar las diferencias. Frente a la llegada de un conflicto ¿qué haces? Sueles atacar o prefieres huir. Más allá de que ambas opciones pueden derivar en una situación violenta, seguro hubo un momento donde hacerlo (huir o atacar) fue tu mejor opción. Sin embargo, eso no significa que dicha opción deba ser repetida una y otra vez.
¿Cuál es la posibilidad de hacerlo diferente? Dale un espacio a la curiosidad. Si frente a la diferencia, en lugar de huir o atacar, optas por conocer cuales son las motivaciones de que la otra persona actúe como lo esté haciendo, se abre una pequeña rendija que puede ser la clave entre violentar o sostener. Importante: esto es en situaciones ajenas a una relación de abuso y violencia, en esos casos, lo importante es sobrevivir y eso, generalmente, implica huir.
Sólo aquello que se sostiene, se desarrolla. Sostener el conflicto le quita poder a quien violenta, no para entregárselo a su contraparte (eso sería imposición, que es otra forma de violencia), sino para transformarlo en libertad. De aceptar las diferencias, de llegar a acuerdos, de reconocer.
Todas las personas nos equivocamos. Reconocer es el primer paso para cambiar. Siempre estamos a tiempo de darnos cuenta que aquellas situaciones donde elegimos la violencia como respuesta, son sólo una muestra de que aún tenemos recursos por descubrir que, definitivamente, ayudarán a que hagamos del camino un sendero más comprensivo, empático y compasivo.
"Donde hay poder, hay resistencia”
Michel Foucault
El podcast de BR
Evita la violencia y dale espacio a las diferencias…
Recuerda darle voz a tu interior, mientras llega la siguiente entrega de este tu Newsletter de confianza, aprovecha el fin de mes para revisar cómo te has sentido, cuáles han sido tus prioridades y explorar si hay algo pendiente por hacer, por decir o por cambiar. Nos leemos el jueves y, como lo hace Mourinho, toma nota de lo que descubras.